La negación a la muerte
La Negacion a la Muerte
Ensayo sobre el libro: The Denial of Death
Ensayo sobre The Denial of Death
- Kierkegaard anticipa conceptos fundamentales de la psicología moderna en torno al desarrollo del carácter humano como una forma defensiva de negar la condición existencial del ser humano (La muerte).
Introducción
Anticipando ideas ahora reconocidas, Søren Kierkegaard despertó en su época nuestra capacidad de introspección. Hace casi dos siglos, sugirió que enfrentar nuestros temores es clave para florecer como individuos.
Para Kierkegaard, nuestro miedo más profundo es a la muerte, que nace de conocer nuestra finitez. Mas que seres corpóreos, teme que somos conciencia pensante atrapada en cuerpos. Este dualismo genera ansiedad ontológica que evitamos mediante racionalizaciones. El danés sugiere que reprimir tal conciencia nos aliena, privándonos de autenticidad.
Sin embargo, él intuía que aceptar nuestra esencia paradójica es liberador. Esta perspicacia nos anticipó debates actuales en humanidades y ciencias del comportamiento. Con sorprendente agudeza, Kierkegaard enfrentó nuestra tendencia a recluirnos en roles prestablecidos. Destacó cómo las personalidades se moldean en la niñez para eludir la angustia existencial. No obstante, propuso que al asumirnos nos elevamos. ¿Cómo lograr tal meta sin desmoronarnos? Este enigma ha provocado reflexión desde los griegos.
En este ensayo exploraremos la temprana intuición de Kierkegaard sobre los mecanismos de la mente. Abordaremos su clasificación de caracter y estados patológicos. Asimismo, contrastaremos su visión del SER con enfoques posteriores. Finalmente, indagaremos qué nos aporta hoy su invitación a la introspección, en un mundo donde el miedo prolifera más que la conciencia.
La paradoja existencial
La paradoja existencial en el ser humano ha generado reflexiones a través de la historia. Desde los griegos se ha debatido sobre nuestra dualidad entre carne y espíritu. Søren Kierkegaard abordó esta aparente dicotomía con sorprendente agudeza en el siglo XIX.
Para Kierkegaard, lo que diferencia al ser humano del resto de animales es nuestra autoconsciencia. Mientras que las demás criaturas actúan guiadas por instinto, nosotros podemos reflexionar sobre nosotros mismos y nuestro entorno. Sin embargo, al igual que ellos estamos atados a un cuerpo finito. Esta dualidad genera reflexiones ontológicas que el danés supo relacionar con la ansiedad.
Nuestra dual condición enfrenta una libertad espiritual con una determinación corporal. Somos seres pensantes enjaulados en carne perecedera. Esta contradicción radica en el hecho de que nuestra esencia trasciende lo material. No obstante, dependemos de una envoltura mortal que nos recuerda nuestra finitud. Kierkegaard sugiere que reprimir tal contradicción es la fuente de nuestros males.
Al analizar el mito bíblico del Génesis, Kierkegaard intuía la naturaleza paradójica de lo humano. Identificó el conocimiento del bien y el mal como el momento en que adquirimos autoconsciencia y, por lo tanto, ansiedad. Este descubrimiento nos coloca entre la inocencia animal y la trascendencia angelical, según su perspectiva.
Mas que ver en el mito una historia literal, Kierkegaard vislumbró una alegoría de la condición existencial. Comprendió que nuestra dualidad ontológica es inherente a la emergencia de la reflexión. Al adquirir conciencia, el ser humano enfrenta la paradoja de su propia naturaleza dividida.
El desarrollo defensivo
La paradoja existencial genera ansiedad en el ser humano. Para lidiar con esta incertidumbre, desarrollamos mecanismos de defensa inconscientes conocidos como “carácter”.
Desde pequeños, enfrentamos la dualidad entre libertad espiritual y determinismo corporal. Esta contradicción nos recuerda nuestra finitud, despertando temor a la vulnerabilidad y la muerte. Ante semejante dilema, el niño modela actitudes para gestionar la angustia.
Así, inconscientemente creamos una personalidad que nos proteja del miedo. Al principio, nuestras defensas son espontáneas y lúdicas. No obstante, con el tiempo se integran en patrones más rígidos e inconscientes. De forma instintiva, moldeamos una máscara que simule control sobre la incertidumbre.
Por ejemplo, solemos externalizar la ansiedad mediante mecanismos como la agresión, la hiperactividad o el perfeccionismo. Del mismo modo, proyectamos la culpa en otros para sentirnos a salvo. Incluso podemos reprimir emociones dolorosas por miedo a perder el autocontrol. De cualquier modo, forjamos corazas que sostengan una ilusión de dominio.
Sin embargo, el carácter también propicia beneficios adaptativos. Nos permite operar en el mundo de forma automática, liberando recursos para otras tareas. Asimismo, nos dotan de identidad y predictibilidad en las relaciones sociales. No obstante, esta aparente fortaleza encubre una frágil vulnerabilidad interior. Nuestra personalidad es en realidad una prisión defensiva.
Años más tarde, cuando la ansiedad reemerge, ya no podemos responder espontáneamente. Atrapados en aramaduras rígidas, solo repetimos mecanismos poco flexibles e independientes. Pero el caracter, pese a su utilidad, nos aleja de nuestro yo más auténtico.
Carcter y psicópatologia
El carácter modela distintos estilos de encarar la vida. Kierkegaard describió algunos patrones que ilustran la psicopatología humana.
Una forma es el esteta, que busca placeres frívolos para ocultar ansiedades. Sin embargo, al carecer de propósito espiritual, su felicidad es hueca. A favor de la diversión, malgasta su existencia sin trascendencia.
También existen los hipocondríacos, quienes achacan su infelicidad a nimiedades físicas. Imaginan deterioros para justificar su inacción, sintiéndose víctimas de agravios. De este modo, trasladan la culpa de su tedio a circunstancias ajenas, evitando el autoexamen.
Asimismo, están los cínicos. Estos se enorgullecen de su cinismo, arrogancia y escepticismo. Con aires pagados de superioridad, desprecian la fe y los ideales. Pero su aparente fortaleza oculta temor a la vulnerabilidad inherente al ser humano.
No menos común son los depresivos. Sienten desdicha sin causa aparente, incapaces de disfrutar la vida. Atrapados en quejas perpetuas, no hallan sentido a la existencia. Su pesimismo no dimana de la razón, sino del miedo a la responsabilidad de la libertad.
Estos matices reflejan modos de evadir el desafío de la existencia mediante la negación. Al reprimir la ansiedad subyacente, la psique se fragmenta en síntomas y patrones irracionales. Sin embargo, enfrentar la verdad sobre uno mismo es el paso hacia la integración.
En efecto, el ser humano solo alcanza su realización personal asumiendo valientemente su dual naturaleza. De lo contrario, quedará prisionero de roles carentes de autenticidad. La clave consiste en aceptar nuestra condición paradójica con humildad y coraje.
La autoinvención del ser humano: una visión comparativa
Kierkegaard y Maslow coincidían en la necesidad de que el individuo construya su propia existencia. Sin embargo, difieren sutilmente en el énfasis de este proceso creador.
Para Kierkegaard, la autoinvención implica asumir la libertad y la responsabilidad que conlleva nuestra condición paradójica. Significa reconocer que carecemos de esencia preestablecida, y abrazar nuestra capacidad para elegir nuestras propias acciones. Este ejercicio se da en soledad y representa un acto de valentía.
Maslow, por su parte, enfatiza el potencial de introspección y desarrollo personal de cada cual. Promueve la autorrealización a través del dominio de uno mismo y el estímulo continuo del crecimiento interior. Concibe la autoinvención como un proceso natural de expansión de las capacidades innatas.
Ambos conciben al ser humano como un proyecto inacabado. No obstante, Kierkegaard pone mayor énfasis en los sacrificios que implica la libertad y la madurez; destaca la angustia existencial que genera el estar solos ante el abismo de las propias decisiones. Su perspectiva resulta más exigente al enfrentar de frente nuestra condición trágica.
A la luz de lo expuesto, la autoinvención para Kierkegaard supone una tarea de suma dificultad, un desafío que nos empuja más allá de nuestros límites. Por otro lado, Maslow ofrece una visión más optimista, centrada en el potencial inherente a cada ser humano. Sin embargo, evita en parte las luchas y conflictos que conlleva enfrentarse a uno mismo.
En definitiva, ambas visiones resultan complementarias y enriquecedoras para comprender la naturaleza paradójica de la condición humana. La introspección de Maslow nutre la agónica empresa kierkegaardiana por lograr la verdadera individualidad.
Conclusión: La condición humana
A lo largo de este ensayo hemos explorado la naturaleza paradójica del ser humano, analizando los orígenes del desarrollo defensivo del carácter y los diversos matices de la psicopatología. Este recorrido nos ha permitido descubrir la incansable búsqueda del individuo por hacer frente a su condición existencial.
Tal y como observó Kierkegaard, el hombre emerge a un mundo cargado de significados que no comprende. Carece de esencia preestablecida y se ve obligado a elegir su propio destino en soledad. Emprender este camino implica asumir una libertad abrumadora y la responsabilidad que conlleva nuestra naturaleza dual (carne y espiritu).
Para evadir la angustia de dicha paradoja, el niño desarrolla defensas “neurotizantes” que se transforman en la armadura de su personalidad. No obstante, esta pantalla encubridora acaba atrapando al individuo en un cautiverio impuesto por si mismo. Solo afrontando su vulnerabilidad con valentía podrá aspirar a trascenderse.
Aun así, el genuino crecimiento personal exige un esfuerzo titánico. Significa enfrentarse a la imposibilidad de controlar la precariedad del destino, así como a los límites de nuestra carne mortal. Solo los espíritus más intrépidos logran esta proeza, como emfatizo el filósofo danés con su prosa.
Pese a ello, no debemos darnos por vencidos. Aunque el hombre no alcance nunca las respuestas que anhela, su condición trágica no le exime de seguir luchando por lograr una existencia valorada y plena de significado. En esta empresa inconclusa radica el aliento de la aventura humana sobre la Tierra. Esta batalla merece la pena vivirla.
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